INTRODUCCIÓN
Vamos
a animarnos a hacer la misma pregunta que hicieron los discípulos de Jesús,
pero un poco más contemporánea: ¿Quién
es el más importante en la iglesia? ¿Cuál sería la respuesta de Jesús? Yo
estoy convencido que Jesús llamaría a uno de los niños de nuestra congregación,
lo pondría en el medio y nos diría…
LBA Mateo 18:3-4 dijo Jesús: En verdad les
digo que si no se convierten y se hacen como niños, no entrarán en el reino de
los cielos. Así pues, cualquiera que se humille como este niño, ése es el mayor
en el reino de los cielos.
¿Dónde
está la humildad de ese niño? En que vino cuando Jesús lo llamó.
Jesús podía elegir a un publicano, a un fariseo, a su madre, a unos de sus
hermanos, a Pedro, a Juan, ¡pero no! El llamó a un niño, que respondió al llamado de Jesús.
Entonces
¿cuál es la diferencia entre un niño y
un adulto? Ninguna, porque ante
los ojos de Dios, tienen la misma condición: pecadores. Pero Jesús nos hace ver
una realidad con ese niño que él pone en el medio: ese niño es un pecador dependiente, que depende del
100% de Jesús. Pero un adulto, en cambio, en la medida de su crecimiento va acumulando
prejuicios, enseñanzas distorsionadas, (como los discípulos) que lo puede
llevar a considerarse un pecador
independiente, que no necesita de Jesús para ocupar un lugar en el reino de
los cielos.
Pero
Jesús nos enseña cómo podemos ser
importantes en el reino de los cielos. Convertirse y hacerse como
un niño para
entrar en el reino de los cielos. Jesús nos enseña a dar ese
paso de “pecador independiente” a “pecador dependiente” es decir, de ser
alguien que no se arrepiente de sus pecados a ser alguien que sí se arrepiente
y escucha el llamado de Jesús. El
ejemplo de Nicodemo en Juan 3 nos enseña justamente ese paso.
En segundo lugar, Jesús nos enseña que en hmillarse esta la clave ser
grande, no delante de los hombres, sino delante de Jesús. El
niño que estaba en el medio de los discípulos era grande porque se humilló
ante el llamado de Jesús y fue y obedeció su llamado. No es un llamado de
vocación, sino del continuo llamado de Jesús de ser dependiente de él, desde
que nacemos hasta que morimos.
CONCLUSIÓN
Cuando
iglesia recibe a un niño o una niña para instruirlo en la fe cristiana recibe a
alguien que Jesús envía al seno de esa congregación. “Estos niños creen en mí”
y viene una advertencia: ¡Ojo con hacer
tropezar a uno de estos niños!
¿Cuál es el desafío con congregación, como familia, como padres o como futuros padres?
Quitar aquellas actitudes, aquellas decisiones, proyectos, que atentan contra
el acercamiento de los niños a Jesús. Jesús nos dice que los tropiezos en la
vida van a existir, pero ay de aquel que los produce, ay de aquella
congregación que niega o de aquella familia que impide que sus hijos crean en Jesús y tengan todos los recursos a su alcance para crecer en la fe y comprender cuál es su responsabilidad en esta tierra o en esta vida peregrina.
La voluntad del Padre es que ninguno
de estos niños se pierda. Y ¡miren qué
paradoja! Si yo me convierto y me hago como un niño y me humillo ante el
llamado de Jesús: la voluntad del Padre es para mí también. Estoy con él y
dependo de Jesús todos los días de mi vida. Que así sea, Amén.